Necesitamos proyectos efectivos y afectivos que transmitan la autenticidad de los barrios obreros y de los movimientos sociales. En definitiva, hablamos de los escenarios y agentes que han contribuido al desarrollo del progreso y la democracia.

Proyectos creíbles que reconozcan, expresen y proyecten su verdadera naturaleza, sus rasgos más positivos: los valores del trabajo, esfuerzo, lucha y solidaridad que comparten con el resto de la sociedad y que en estos casos ha supuesto un sobresfuerzo para superar las desventajas de las que partían.

Hablamos de la lucha de las mujeres al frente de las reivindicaciones ciudadanas en los duros años del franquismo o de los trabajadores de “Bandas” que contaron con todo el apoyo popular de los barrios para desarrollar su histórica huelga, pero también de las mujeres -amas de casa les decían- que con su trabajo y actitud en el día a día sacaban/sacan adelante a sus familias, a veces trabajando en casa y, casi siempre, trabajando en casa y fuera. Hablamos de los curas en los barrios obreros, que desde su compromiso cristiano cubrieron los déficits de la dictadura en el campo de la enseñanza; hablamos de los jóvenes que dedican su tiempo libre a los demás como monitores de colonias o clubes juveniles – primeras escuelas de formación antifranquista- o de la lucha de las madres contra la droga. ¡Hay tantas, tantos de quien hablar!

La sociedad y las instituciones llevan tiempo trabajando en dar reconocimiento a esas gentes: estudios, libros, exposiciones, pero falta dar fuerza y visibilidad a la difusión de los valores descritos mediante un equipamiento de centralidad.